Mi experiencia personal.
El verano pasado, trabajando de monitora en un campamento, me di cuenta de la importancia que tiene fomentar la libertad, especialmente en niños pequeños.
En uno de los descansos para tomar la merienda, se me acercó un niño de unos 5 años para decirme que le gustaban mucho mis uñas. Las llevaba pintadas de color rojo, y le llamó la atención. También me dijo que a él le gustaría pintárselas para probar y ver qué se siente, pero que su madre no le dejaba.
A mí esta situación no me resultaba nueva, pues tengo primos más o menos de su edad que también me habían dicho lo mismo no hace mucho tiempo. Con mis primos lo tuve fácil, les pinté las uñas de los colores que eligieron y convencí a sus padres para que les dejaran llevarlas así. No veo ningún problema en que los niños quieran pintarse las uñas, el problema le veo cuando les dices que no porque “es de chicas”.
Cuando este niño del campamento me dijo aquello, llamé a mis primos (que también habían asistido al campamento) y les dije que le contaran que a veces les pinto las uñas y que no pasaba nada. Este niño no se podía creer que cabía la posibilidad de que se pintara las uñas, y de que no le dijeran nada ni se metieran con él, pues mis primos le contaron que a sus compañeros les parecía muy divertido.
Yo le dije que pidiese permiso a su madre y que le pidiera que le pintase una uña, para probar.
Pensaba que su madre no le dejaría, pues hay madres que tienen miedo de que sus hijos hagan “cosas de chicas”. Pero, para mi sorpresa, al día siguiente vino con una uña pintada de azul. Me la enseñó muy emocionado y me contó lo divertido que había sido el proceso de pintarse la uña.
Con esto, quiero animar a los padres a que no corten la libertad de sus hijos. Que, igual que si una niña quiere, puede llevar el pelo corto; un niño puede pintarse las uñas si así lo desea. Y los demás compañeros deben respetar las decisiones de cada uno, pero esto solo es posible si así lo hacen los padres.
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